lunes, 7 de marzo de 2011

Phamilia

Filadelfía me adoptó igual que se adopta a un niño desvalido y abandonado. En lugar de temer al exilio de aquí, fue mi tierra la que me echó, mi tierra que siente por mí lo mismo que yo por ella: Olvido.
A veces presiento que el único fin del destino haciéndome mexicano fue aprender a valorar esta patria que me abraza, que escucha mis más cotidianas experiencias y les da valor, me responde la sonrisa y levanta mi frente cuando se me cae. No, no era verdad, era una infamia que el reacismo acabaría conmigo, que la xenofobia carcomía a los extranjeros. No aquí. Aquí valgo por lo que soy, no por lo que tengo y nadie anda exhibiendo mi vida por envidia, nadie me juzga, la gente viene a mi cara a decir lo que tienen dentro, resolvemos juntos el problema y emproblemamos las soluciones.
Durmiendo en la sala de mi mejor amigo entendí el profundo significado de la democracia: Tener lo que se merece y eso es libertad de trabajarlo, admirado por el trabajo y no por lo que se tiene, en mis sueños más íntimos, en este pedazo de cielo ondea mi bandera mexicana... Secretos. La lealtad también me dio otra cara, la de responder según como se trata, ya fui ciudadano de las causas perdidas, ya perdí, ya dejé uñas y dientes en el campo de batalla que ironía que fueran otras manos las que me sanaran.
Filadelfia se escribe con Ph para acercarse a su raíz Philos que literal y materialmente, significa: Amor.

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